Ensayo

 

 

Miedos de un Docente en Escala Temporal

Fears of a Teacher in a Time Scale

 

Julio de la C. Grave de Peralta Ramos

Preuniversitario “Melton Almaguer”, Jesús Menéndez, Las Tunas, Cuba.

 

 

 

La correspondencia sobre este artículo debe ser dirigida a Lic. Julio de la C. Grave de Peralta Ramos.

Email: juliogravedeperalta807@gmail.com

 

 

Fecha de recepción: 22 de junio de 2022.

Fecha de aceptación: 19 de octubre de 2022.

 

 

¿Cómo citar este artículo? (Normas APA): Grave de Peralta Ramos, J de la C. (2022). Miedos de un Docente en Escala Temporal. Revista Científica Hallazgos21, 7 (3), 340- 344. http://revistas.pucese.edu.ec/hallazgos21/

 

 

 



Resumen

Los miedos no son más que emociones, pero sus intensidades pueden paralizarnos, limitarnos, inhibirnos. El objetivo de este artículo de reflexión es llevarles el mensaje que todos sufrimos estas emociones, pero la voluntad se ha de imponer para avanzar hacia etapas superiores del desarrollo personal y social, y para lograrlo he utilizado los miedos que he sentido en mi vida personal y laboral durante 48 años.

Palabras clave: miedo; emociones; profesor; maestro.

 

Summary

Fears are nothing more than emotions, but their intensities can paralyze us, limit us, and inhibit us. The objective of this reflection article is to bring you the message that we all suffer from these emotions, but the will has to be imposed to advance towards higher stages of personal and social development and to achieve this I have used the fears that I have felt in my personal life and working for 48 years.

Keywords: fear; emotions; professor; teacher.

 

Introducción

Las emociones forman parte del sistema motivacional humano, logrando organizar y determinar la conducta. Sus efectos pueden llegar a influir con efectos favorables o desfavorables en la salud de las personas (Garrido, 2006).

Dentro de las emociones se encuentra el miedo, considerado como una emoción universal, según las evidencias, que demuestran que todos los seres humanos reportan haberlo sufrido en algún momento de la vida (Rodríguez, 1999). Y como emoción, puede llegar a alcanzar gran intensidad cuando la persona se da cuenta de la existencia de un factor amenazante (físico, mental, emocional o social), que lo hace reaccionar de forma autodefensiva (Calles, 2004).

En el presente ensayo quiero, mediante un compendio de sentimientos y situaciones traumáticas, al menos para mí, dejar constancia y reflexionar acerca de algunos miedos que he tenido como persona y docente en estos casi 48 años, como miembro del cubanísimo Destacamento Pedagógico “Manuel Ascunce Domenech”, excelente cantera en la formación de profesores. No son miedos a serpientes o, como un colega, a las morenas. No. No esos miedos. Vengo a hablar de mis miedos muy particulares desde que ingresé a ese Destacamento en 1974 hasta la actualidad, y de esta forma llevarles el mensaje que todos sufrimos estas emociones, pero la voluntad se ha de imponer para avanzar hacia etapas superiores del desarrollo personal y social.

 

Desarrollo

En enero de 1974 se hizo la convocatoria para que los que estudiábamos en la secundaria básica interna Jesús Suárez Gayol, en la ciudad de Las Tunas, nos incorporáramos al Tercer Contingente del Destacamento Pedagógico. Y acepté. Pero en la noche, cuando razoné con calma, sentí un miedo terrible. Pensaba que no tenía la más mínima vocación para ser maestro. Quise dar el paso atrás, porque podía incumplir con la palabra empeñada. Mandé a buscar a mis padres. Mi padre, humilde campesino y buena persona, me dijo “Tú eres mi único hijo y no tengo riquezas que darte; pero tú ya eres un hombre. Y cuando un hombre da su palabra, debe cumplirla”. No dije nada. Hasta quería llorar, pero no dejé que mi madrecita ni mi viejo vieran mis lágrimas. No se habló más del asunto. Poco a poco me fui acostumbrando a la idea que un día sería maestro. Ese fue el primer momento traumático que marcó mi vida.

Nuestro destacamento fue ubicado en la provincia de Holguín, y en mi caso en el municipio Banes (en Fustete), donde se iba a producir otro de mis miedos: mi primera clase. Y es que no teníamos formación pedagógica alguna. Éramos 4 de matemática, todos miembros del destacamento y solo se contaba con el libro de texto. No sabíamos nada de dosificación, así que las secuencias de la clase las hacíamos por el libro. Acabamos las clases de nuevos contenidos mucho antes que se acabara el curso académico, pues no contemplábamos las clases de ejercitación.

Recuerdo mi primera clase por tres razones:

·     Por primera vez oí la palabra “profe”, dirigiéndose hacia mí.

·     Por primera vez logré enseñar algo a otra persona.

·     Logré vencer el miedo de comunicarme en público.

Pero esa clase fue visitada por el metodólogo municipal. Se pueden imaginar el resultado: la clase, mi primera clase, fue evaluada de mal por no emplear los medios de enseñanza que se usan en geometría y que estaban por doquier en las paredes del aula. Sin embargo, estaba contento. Ya me sentía “un profesor”; había roto el hielo y, realmente, no tenía una clara percepción de lo que significaba una clase evaluada de mal. Es por eso por lo que esa noche dormí feliz, y feliz de que amaneciera para dar mi segunda clase.

Fue una violación pedagógica la que se cometió conmigo. Nunca se debe visitar para evaluar la primera clase de un novel profesor sin que nadie le haya orientado ni explicado nada de metodología; pero, en lugar de rendirme, me hice el propósito de que esa sería la única clase con esa categoría. Cuarenta y ocho años después puedo decir con orgullo que fue la única clase evaluada de mal en mi carrera laboral. Aún trato de aprender de mis errores y sigo la máxima del poeta indio R. Tagores cuando sentenció “Si cierras la puerta a todos los errores, dejarás fuera la verdad”. Nadie es perfecto. Todavía me equivoco, pero siempre trato de rectificar, y esto me ha hecho un mejor profesional.

Mi vida profesional tuvo otro momento cumbre cuando a principios de la década de los 80 fui seleccionado para trabajar como cooperante docente en la República Popular de Angola.  Esa experiencia en el África conllevó a otro de mis miedos sentidos: mi primera clase, pero en portugués. No teníamos la más mínima preparación en el idioma…, solo algunas palabras que aprendimos en los 10 días de la preparación antes de comenzar la docencia; y de manera informal, con unos jóvenes angolanos que, por curiosidad, rondaban nuestro dormitorio. Sentía un miedo extraordinario de que no me entendieran. Pero entré al aula y saludé y los estudiantes, muy respetosos, también saludaron. Y empecé la clase, en un idioma “raro”, de supervivencia y que llamamos “portuñol”, pero que en mi caso era más “ñol” que “portu”. A los 10 minutos, un alumno me interrumpe y me pregunta por qué yo no les hablaba en español, porque ellos me entenderían mejor. El miedo se convirtió en una gran alegría. Y es que aquellos alumnos, desde el 1er grado hasta el 7mo, habían tenido maestros cubanos. Sin embargo, por respeto y dignidad, seguí aprendiendo el portugués, incorporando palabras y perfeccionando mi “portuñol”. Realmente, la experiencia que comenzó con un gran miedo terminó con una satisfacción plena.

Otro miedo fue a principios de los años 90, cuando la Directora Municipal de Educación me comunicó que yo había sido seleccionado como docente- entrenador para las pruebas de ingreso a la universidad, tarea de alta responsabilidad ya que sobre mis hombros estaba la preparación de los futuros profesionales de mi municipio. Realmente sentí temor, miedo. Eran tiempos en que no existía la bibliografía adecuada para enfrentar con total éxito la tarea, por lo que dependía en gran medida de la creatividad, del esfuerzo que había que imprimirle en mi tiempo libre a la auto preparación. Logré reponerme del susto. Sabía a lo que me sometía. Hoy, alrededor de 30 años después, sigo siendo entrenador de Matemática en el municipio, con resultados muy buenos en el país, pues en los últimos 8 años no tengo suspensos en ese tipo de prueba.

Años después, en el 2017, cuando ya había terminado con el 100% de aprobados en la prueba de ingreso en mi municipio, el Director Provincial de Educación nos convocó a un colega y a mí a repasar a los alumnos reprobados del municipio Las Tunas, porque estaba en juego que la provincia pudiera salir como provincia destacada a nivel nacional. El reto fue extraordinario y una experiencia personal única, al tener que enfrentar a estudiantes, quizás desmotivados, con problemas de disciplina y modos de actuar negativos. Sentí miedo de traicionar la confianza del directivo provincial y acepté el reto. Las metas que definimos fueron disciplinar los grupos, motivarlos e involucrar a la familia en la tarea. Todo se logró, incluso dejando a los alumnos solos en el aula, ellos se mantenían estudiando, con una disciplina increíble, resolviendo ejercicios de matemática. Estaban disciplinados y motivados. Los padres conocían del avance de sus hijos y nos agradecían. Logramos hacer felices a muchas familias tuneras y la provincia salió destacada a nivel nacional. Fue una de las formas en que comprendí lo que significa ser un maestro dedicado a su trabajo.

La pandemia de COVID- 19 arreció de forma brutal en todo el planeta, y nuestro pueblo no fue la excepción. Hubo necesidad de suspender las clases presenciales en todo el país, precisamente cuando estaba la preparación para la prueba de ingreso en la etapa intensiva. A los dos docentes que atendíamos a los estudiantes se nos ocurrió que una forma de interactuar con nuestros alumnos podía ser por la radio. Pedimos permiso en la Dirección Municipal de Educación, y con el visto bueno del director de la emisora local, nació el programa Aprendo en casa, donde el 90 por ciento de su contenido era de matemáticas y en ese otro 10 por ciento se inculcaban valores humanos universales, para guiar a nuestra juventud. La falta de experiencia en el uso de la radio fue motivo de miedo; por eso, el primer programa fue grabado, pero ya los demás los hicimos en vivo. Fue una experiencia inolvidable ya que, por primera vez, por la radio cubana se impartieron clases de matemática.

 

Conclusiones

La vida nos enfrenta a situaciones inesperadas, estresantes; momentos de tensión que despiertan en nuestra mente emociones intensas. Muchas personas tienden a abandonar la lucha, utilizando mecanismos de autodefensa. Solo aquellos que se arriesgan logran cumplir sus sueños, cumplir su palabra, contribuir al desarrollo social. Esos son los ganadores.

Espero que estas reflexiones sirvan de ejemplo a las nuevas generaciones. De hacerlo, habré cumplido mi objetivo con este ensayo.



Referencias

 

Calles, R. (2004). Guía práctica de la salud emocional. España: EDAF.

Garrido, L. (2006). Apego, emoción y regulación emocional. Implicaciones en la salud. Revista Latinoamericana de Psicología, 38 (3), 493-507.

Rodríguez, K. (1999). Las analogías con animales y la falacia de su extensión a lo humano. Psicología Contemporánea, 5 (2).

Tagore, R. (s.f.). Citas y aforismos. https://quote-citation.com/es/citas/43316